miércoles, 24 de septiembre de 2008

Juan Carlos Pallarols, el orfebre más famoso

Los Pallarols son la séptima generación de orfebres y plateros dedicados exclusivamente a acumular años de sabiduría y perfección en el arte de convertir al oro y la plata en objetos exclusivos, personales, de belleza única.

Por Ana von Rebeur

Cuando uno camina por las callecitas del barrio de San Telmo, está lejos de imaginar que ahí mismo, en una esquina frente a la archifamosa Plaza Dorrego, existe un taller de artesanos plateros y orfebres donde se trabaja de la misma manera que hace 200 años y con los mismos resultados deslumbrantes.
En la planta alta y sobre uno de los más porteños de los bares de nuestro barrio históricos, una especie de museo de antigüedades. Armadura medievales, arpas, sables, sagrarios, cuadros de ángeles arcabuceros de El Cuzco se mezclan en un arm´nico caos, entre antiguas piezas de plateía que se usaban en el siglo XVII. En todas partes resuena un coro perenne de martillos y masas golpeteando sobre cinceles que repujan las deslumbrantes chapas de plata 975 . Estas placas , pegadas sobre brea gomosa, se van llenando de cardos, rosas, guirnaldas , querubes, unicornios, y monogramas que Juan Carlos Pallarols diseñó en papel , siguiendo el oficio que comenzó el padre de su tatarabuelo. Don Vicente Pallarols, en la Barcelona del 1750 .
Luego, cada pieza se suelda con la otra formando altares, sagrarios, mates, facosnes , funetes, marcos y otros objetos de belleza sofisticada
Seis generaciones de Pallarols continuaron el oficio de aquel primer hombre junto a la fragua, y en 1804 llegó el primer Pallarols a Buenos Aires, atraído por las historias de que el Río de la Plata debía su nombre a la abundancia del metal con brillos de luna. Un Pallarols luchó contra con Liniers en las Invasiones Inglesas. Otro, ante un desencuentrio amoroso optó por luchar en la Guerra de Crimea. Juan Carlos Pallarols, en cambio, no se resistió a seguir el destino que se lleva en la sangre. Un hermano suyo tiene un anticuario a la vuelta de la esquina . Pero sólo Juan Carlos siguió la tradición familiar de labrar metales preciosos. Y fue tan buen aprendiz de su padre, que su nombre ya es famoso en todo el mundo y figura en la guía de catalanes célebres en el mundo que editó el Ayuntamiento de Barcelona.
Llevar un apellido prestigioso por haber hecho trabajos para el Papa, para monarcas y presidentes de todo el mundo sólo impulsa a hacer las cosas cada vez mejor, con más amor. Eso es lo que hace Juan Carlos Pallarols.

- ¿Por qué, con tantos Pallarols yendo y viniendo a España, su padre se quedó a vivir aquí?
- Mi padre vino en 1908, escapando de la “ Semana Trágica”, pero nunca pudo regresar. En 1935 quiso volver de luna de miel, después de casarse, pero estalló la Guerra Civil. Entonces tuvo ochos hijos, de los que soy el cuarto. Yo tuve dos matrimonios y cinco hijos, y mi arte está íntimamente relacionado con lo de acá. Tengo un campito en San Antonio de Areco donde mi vecino y amigo es comodoro y gaucho Juan José Güiraldes.
- ¿ Vivieron siempre en San Telmo?
- No, la casa paterna - hermosa y antigua- estaba en Lomas de Zamora. La perdimos cuando nos encargaron un féretro de plata para Eva Perón que nos demandó meses de trabajo y kilos de plata. Era un trabajo monumental que con la llegada de la Revolución Libertadora.
Entonces yo compré esta casa llena de luz , donde luego supe que vivió un amigo.
- ¿ Es cierto que tuvo un puma en el balcón?
- - Sí, me engañaron en un viaje a Bolivia diciendo que era un gatito ...y el gatito no paraba de crecer. Se llamaba Sofía y era muy cariñosa. Un día me hizo pegar un susto porque se tiró del balcón encima de una turista americano que comía un helado, y le comió el helado. Al hombre no le pasó nada, pero creo que toda su vida va a recordar el día en que se le cayó un puma encima en una vereda de San Telmo (Risas). Tuve muchos animales. Es lindo tenerlos cerca mientras trabajás: tuve un tucán llamado Gómez, una lechuza llamada Corvalán, un tordo al que le enseñé a bailar llamado Ramón ...todos entrañables amigos. Y siempre los tuve sueltos, porque creo que si dejás libre a un ser que se siente a gusto, nunca se va a ir.
- ¿Cuántas personas trabajan en su taller?
- Tengo unas diez personas trabajando. El clima de trabajo es absolutamente familiar: acá no controlamos a nadie porque lo que importa es lograr los objetivos, en el tiempo que sea. Algunos de los artesanos son tan fanáticos de su trabajo que vienen a trabajar los fines de semana.
- ¿Quién diseña los trabajos?
- Los dibujos los hago yo. Estudié Bellas Artes queriendo hacer otra cosa, hasta que me di cuenta de que el mejor maestro era mi padre, que me enseñó todos los secretos del trabajo.
- ¿ Hace las cosas en serie o a pedido?
- Acá hacemos muy pocas cosas en serie. Nuestro mayor producción son encargos: regalos empresariales, recuerdos, cosas personalísimas, objetos decorativos para casas particulares. Yo no trabajo para alguien que quiere tener un espejo de plata para darle envidia a un conocido, o para el que cree que un reloj o un auto caro lo hace más alto. Cada cosa que hago tiene un sentido, un significado, una historia, y está destinada a perdurar. Converso con cada cliente, y lo hago trabajar, para que juntos decidamos qué es lo más representativo que podemos hacer. Hace poco vino un cura ruso que tiene una capilla en el Volcán Lanín y quiere que le haga una cruz de tipo mapuche, porque los pobladores son aborígenes. Acá estuvo sentado el presidente Fernando de la Rúa decidiendo qué regalo le llevaría a Bill Clinton en su gira a Estados Unidos. También hicimos la custodia del Convento de San Francisco, ¡tantas cosas!. Todo tiene una larga elaboración previa de diseño, antes de que empecemos a cincelar.
- ¿ Qué personajes famosos pasaron por su taller?
- Mi abuelo y bisabuelo han hecho regalos de boda y bautizo para la realeza española. A mí y a mi padre nos tocó hacer cosas para el Papa Juan Pablo II, François Mitterrand, Felipe González, el Rey Juan Carlos Borbón, Frank Sinatra, Alain Delon, Santiago Soldati, Michail Baryshnikov, Maia Swarowski, Carlos Menem, Hipólito Irigoyen, John Major, Roberto de Vicenzo, Perón, Fangio, Guillermo Vilas, las infantas españolas y todos los trofeos de los campeones de boxeo. También viene seguido Joan Manuel Serrat, que es un entrañable amigo.
- Con tantos aprendices en el taller, ¿cuáles son los trabajos que usted delega y cuáles los que quiere hacer con sus manos?
- Yo tengo siempre cuatro o cinco trabajo distintos en camino y voy circulando entre uno y otro para ir variando lo que hago. Ahora un hincha de fútbol me encargó un facón de plata para regalarle a un jugador de Boca, y se me ocurrió ponerle una estrellita de oro por cada campeonato ganado. Son cosas que disfruto mucho hacer. También suelo poner incrustaciones de marfil, nacar, ébano y rodocrosita.
- Usted diseñó los bastones de mando de presidentes, intendentes y jefes de gobierno, ¿cómo los hace?
- Todo tiene un sentido profundo. Si no fuera así, mi trabajo sería rutinario, y no lo es. Para hacer un bastón de mando, elijo una madera especial, con historia y madera bien asentada . Hice bastones con la madera de un rayo de rueda de carro, y con una viga de urunday blanco que sostuvo 170 años el techo de la casa de mi padre sin doblarse. Y uso esa madera porque creo que así tiene que ser un dirigente: recto, firme y que sostenga sin doblarse.
- ¿Todo se hace en su taller?
- Si , cada paso se hace aquí : tratemos el metal en bruto, hacemos las fundiciones y aleaciones, luego hacemos lingotes y transformamos los lingotes en chapas de distinta pureza. Lo mismo con los bastones: la madera se tornea, lija y barniza aquí. Lo único que traemos de afuera son los vidrios de los espejos. Hasta los marcos salen de aquí. Y si hacemos cosas para el campo que precisan, como bridas, mates y cinchas cuento con un guasquero y soguero impecable como Don Flores.
- ¿Cuándo supo que sería el encargado de continuar la empresa paterna?
- Tuve una etapa de rebeldía y otra de depresión, pero este era mi destino y lo asumí con amor. Fijate que de chico agarraba latitas de sardinas vacías, las lavaba, estiraba y agarraba un martillo y un clavito para cincelarla con distintas formas.
- ¿Qué clase de persona puede hacer este tipo de trabajo, para que usted lo acepte como alumno o aprendiz?
- Cualquier persona puede hacerlo. Eso de golpear el metal con martillo y cincel lo tenemos en los genes, desde la época de las cavernas . Es una de las artes más antiguas de la humanidad. Así que cualquiera que tenga ganas puede hacerlo. Yo a lo único que le tengo miedo es a la gente miedosa e indecisa. Hay chicos que sabrían trabajar, pero que mientras otro ya terminó, ellos todavía no empezaron porque dudan indefinidamente, tiene miedo de estropear la chapa y no se animan. Entonces pierden tiempo y me hacen perder tiempo. Yo les digo que prefiero que se equivoquen, que gana todo mal. Total, después se rompe la pieza, la fundimos y empezamos de nuevo. Al que duda, lo despido. Porque en la vida pasa lo mismo: más vale meter la pata que estar paralizado, con miedo a equivocarse. Lamentablemente, sentí que tenemos dirigentes con esa misma indecisión dudando qué regalos llevarle a Clinton, cuando me tendrían que haber dejado a mí ese trabajo.
- - ¿Cuál fue su trabajo más importante o preferido?
- Todos son importantes. Yo hago con la misma dedicación la decoración del hotel Colonnade de Miami o la Iglesia de Luján como una medallita que alguien me encarga para regalarle a un amigo que se va de viaje. Ningún trabajo es menor. Todos están pensados.
- - ¿Qué influencias reconoce en su obra?
- Todas: la de los plateros portugueses, la platería española, los arabescos moriscos, el barroco alemán y la influencia indígena de las obra de arte tehuelches. Aunque tomo elementos de cada cosa, los diseños son míos y ahí esta el valor de mi producción: no hay una sola pieza igual a la otra y todas son distintas.
- - ¿Cuál es el mayor enemigo de su obra?
- Las crisis económicas personales, que terminan con la platería empeñada. Y de ahí todo va a la fundición. La plata es abundante en nuestro país (sigue habiendo minas en el Noroeste) y por eso se abarataron los costos, por lo que ahora es accesible a todo el mundo. El valor de las piezas reside en el trabajo artesanal con que se hizo. Uno siempre trabaja pensando que cada pieza se heredará a la posteridad. Pero si se funde mi obra, se funde ese sueño.
-¿ Algún hijo suyo va a continuar el oficio familiar?
- Sí: todos mis hijos varones lo conocen, y uno de ellos, Adrián, hizo miles de cosas. Y tengo una nietita -Melichel- que, aunque es chiquita, ya usa el martillo con fuerza y ganas, sin golpearse los dedos.

La leyenda continúa.En el taller de Pallarols se escucha música clásica, se toma mate, se hacen cetros de obispos, altares , trofeos y regalos de bodas, todo con la misma alegría.
Este hombre que trabaja con sus manos y le enseña a bailar a los tordos- me muestra la carta de un clienta agradecida que dice: “Ir a Pallarols a comprar algo no es un trámite, en un momento en el cual a él le gusta compartir vivencias, emociones, ilusiones. La sensación es que vive por el arte y su difusión, pero no entiendan mal, no su arte ( la platería), sino el arte de lo más profundo del ser humano, el arte de la la vida y el espíritu. ¿Por qué Pallarols no necesita marketing? Porque la gente que lo visita se va de su taller y escritorio con una sonrisa en el corazón.“.



DOS ,ENTRE MIL ANÉCDOTAS DE ORO


Es fácil entrevistar a Pallarols. Lo difícil es resumir el resultado de una extensa charla. Siendo un enamorado de la vida y de su oficio, este hombre de 57 juveniles años cuenta todo acerca de su oficio, su vida y la vida de sus bisabuelos, que ellos mismos han registrado en diarios. Íntimos que Pallarols conserva. Hay fotos, documentos y diplomas cuya propia historia Pallarols se encarga de narrar de manera tan delicada y florida como es su propia obra.
Aunque este orfebre argentino ha realizado muchos trabajos para Tiffany´s, recientemente recibió de esta célebre joyería un pedido, para saber cuántos espejos de plata podría entregarles en un año. “Yo me tomé un tiempo y les dije que, apurándonos mucho, podía entregarles diez espejos grandes por año. ¡Y me contestaron que ellos necesitaban 500!”, ríe Pallarols, marcando la diferencia entre el trabajo industrial norteamericano y el trabajo artesanal rioplatense.
“Me han pasado cosas tan raras como la de estar trabajando sin saberlo , al mismo tiempo para Seineldín y para los que dieron el golpe de La Tablada, que me habían encargado unos recuerdos por si les resultaba bien”. Y muestra con cariño un trocito de rama de retama cortada de la misma donde cayó en el atentado que acabó con su vida, el obispo Angelelli de La Rioja. La misma tiene, grabado a fuego, un agradecimiento de Fray Antonio Puigjané por un cáliz de plata diminuto que Pallarols le regaló para que pudiera celebrar la misa mientras estaba en prisión. “Se lo hice como los cálices antiguos de los primeros cristianos, con el “ictius”,el pescadito que identificaba a los apóstoles- llamados “ pescadores de almas” por Jesús - y a sus seguidores.

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