Publicado el 05-12-2008 , por Carmen Méndez en www.expansion.com
Tres puntos de vista para estos tiempos vertiginosos en los que el espectáculo forma parte de la vida. Hay grandes actores: ¿cómo llegan a lo alto?
“A esta profesión se la quiere mucho. Y yo, que llevo en ella 50 años, empecé a tomarle cariño desde abajo, trabajando duro día a día”. Álvaro de Luna es de esos actores que se han ganado el respeto y el aprecio del público a pulso, con el trabajo bien hecho a lo largo de toda una vida. Llegó a la profesión de forma extraña, como cuenta él, “como especialista. Luego empecé con el cine, el teatro, la televisión... Entonces nadie quería ser famoso. Más que famoso, yo prefiero la palabra conocido, que no es lo mismo. La gente quería hacer una buena función, una buena película”. Hoy, en cambio, abundan los actores o aspirantes a actores “que tienen vocación de famosos”, como apunta Manu Díaz. Manu lleva más de diez años trabajando en cine, teatro y publicidad, y acaba de regresar de Nueva York, de un seminario de interpretación con uno de los grandes, John Strasberg. Para él, “la formación es el medio de estar vivo y no caer en la rutina y en el desánimo que a veces puede provocar la profesión”. Un oficio que es una pasión para estos dos actores, que intercambian pareceres. Los dos coinciden en que hay una generación joven de actores españoles que es la mejor formada que hemos tenido nunca. Pero la prisa por alcanzar la fama puede ser un problema. La vía rápida es la televisión, ya sean las series o los concursos que ‘forman’ famosos en cuatro sesiones. Así lo reconoce todo un experto, Luis Gimeno, director de reparto de la serie Hospital Central desde hace diez años, que también imparte clases en la escuela Arte 4. “Hay mucha gente que lo único que quiere es triunfar y hacerse famosa. Incluso hay actores que han hecho su carrera y no quieren hacer teatro, sólo cine o televisión. Te puede gustar un medio más o menos... ¡pero un actor al que no le guste el teatro! Para mí es impensable. El teatro no da fama mediática ni dinero... pero a un actor, el teatro se lo da todo”. Álvaro de Luna reflexiona sobre el ritmo vertiginoso que sufrimos todos. “No sólo son los actores; la sociedad ahora tiene más prisa. Antes, si un actor a los 40 años no había hecho un protagonista, aún estaba en edad; ahora lo tienes que conseguir todo antes de los 30”. La proliferación de series televisivas son un trampolín rápido hacia la fama. “La competencia por hacer cualquier pequeño papel es mortal. Un casting es tremendamente competitivo; eso es bueno, pero también puede ser terrible”, asegura Manu Díaz. El valor de la experiencia “Yo nunca he ido a un casting -dice Álvaro de Luna-. Ojalá los actores de mi generación hubiéramos tenido tantas posibilidades de formación como se tienen hoy. Nosotros aprendíamos a golpe de experiencia”. Para llegar a ser actor, muchos eligen estudios oficiales. Pero hay, además, una proliferación de escuelas que no siempre garantizan una formación sólida. Como muchas cosas en estos tiempos exprés, se pretende aprenderlo todo en dos meses. Hospital Central lleva 14 años en antena, y por su perfil, permite dar trabajo a muchos actores a los que, a menudo, se ofrecen papeles cortos pero intensos. Desde esta experiencia, Luis Gimeno es un observador de excepción, que apunta a ese fenómeno que son las series de perfil adolescente. “Hay series que buscan perfiles de actores cada vez más jóvenes. Te piden chicos de entre 14 y 16 años, que no tienen tiempo de formarse. Eligen, simplemente, a alguien que resulte natural ante la cámara. Si los chicos son listos, aprovechan la oportunidad y aprenden de todo, y sobre todo, de los actores veteranos. Si no lo son, se llenan de vicios. Hay gente que empezó en series como Al salir de clase, y veías el aparcamiento de los rodajes con chicos de 18 y 19 años con BMWs y Porsches descapotables. Eso hace un daño terrible. Se ven famosos y con dinero, pero sin la madurez suficiente para asimilar la fama”. De estas series, a la larga quedan pocos supervivientes. “Muchos se ponen a estudiar a posteriori, para volver a subirse al tren”, dice Gimeno. Luego está la tiranía de las modas en las series. Por ejemplo, la moda de colocar modelos sin ninguna formación dramática, sólo por motivos comerciales. Los actores se deprimen, con razón, cuando ven que estas personas consiguen un papel fijo en una serie, algo que cuesta muchísimo, como saben todos los que se mueven en este mundo. “Hay series que tienden a contratar jóvenes con un físico concreto”, apunta Manu Díaz. Y es cierto: los directores buscan con frecuencia un físico determinado. Pero como señala Álvaro de Luna, “lo que se necesiatn son actores, con todo lo que implica esta palabra. Siempre será mejor un buen actor aunque no dé el físico, que uno que dé el físico y no sea actor”. El mundo de los actores es, además, altamente sensible. “La paciencia es vital en esta profesión –afirma Álvaro de Luna–_. No siempre se trabaja de forma continua, hay temporadas en las que no hay trabajo. Hay que esperar para hacer los planos; en cine hay que esperar a ver el resultado. El que no tenga paciencia, que se lo piense”. También es un mundo de egos, como destaca Luis Gimeno. “Los directores tienen un ego tremendo, y luego están los actores, que no les van a la zaga. Muchos llegan a las pruebas en plan “descúbreme, mira que bueno soy”. Muchos actores son muy frágiles; los artistas en general lo son. Es difícil que vivan en un término medio. Si trabajan y les va bien, se comen el mundo”. Es una profesión difícil y a menudo injusta, sobre todo con las mujeres, como dice Gimeno, para las que empiezan a escasear los buenos papeles a partir de los 40 años. Pero como concluye Álvaro de Luna: “En este oficio no todos tienen la posibilidad de dar todo lo que tienen, y para muchos es muy duro. Pero cuando lo llevas dentro, no puedes ser sino actor”.
http://www.expansion.com/2008/12/05/entorno/1228506803.html
“A esta profesión se la quiere mucho. Y yo, que llevo en ella 50 años, empecé a tomarle cariño desde abajo, trabajando duro día a día”. Álvaro de Luna es de esos actores que se han ganado el respeto y el aprecio del público a pulso, con el trabajo bien hecho a lo largo de toda una vida. Llegó a la profesión de forma extraña, como cuenta él, “como especialista. Luego empecé con el cine, el teatro, la televisión... Entonces nadie quería ser famoso. Más que famoso, yo prefiero la palabra conocido, que no es lo mismo. La gente quería hacer una buena función, una buena película”. Hoy, en cambio, abundan los actores o aspirantes a actores “que tienen vocación de famosos”, como apunta Manu Díaz. Manu lleva más de diez años trabajando en cine, teatro y publicidad, y acaba de regresar de Nueva York, de un seminario de interpretación con uno de los grandes, John Strasberg. Para él, “la formación es el medio de estar vivo y no caer en la rutina y en el desánimo que a veces puede provocar la profesión”. Un oficio que es una pasión para estos dos actores, que intercambian pareceres. Los dos coinciden en que hay una generación joven de actores españoles que es la mejor formada que hemos tenido nunca. Pero la prisa por alcanzar la fama puede ser un problema. La vía rápida es la televisión, ya sean las series o los concursos que ‘forman’ famosos en cuatro sesiones. Así lo reconoce todo un experto, Luis Gimeno, director de reparto de la serie Hospital Central desde hace diez años, que también imparte clases en la escuela Arte 4. “Hay mucha gente que lo único que quiere es triunfar y hacerse famosa. Incluso hay actores que han hecho su carrera y no quieren hacer teatro, sólo cine o televisión. Te puede gustar un medio más o menos... ¡pero un actor al que no le guste el teatro! Para mí es impensable. El teatro no da fama mediática ni dinero... pero a un actor, el teatro se lo da todo”. Álvaro de Luna reflexiona sobre el ritmo vertiginoso que sufrimos todos. “No sólo son los actores; la sociedad ahora tiene más prisa. Antes, si un actor a los 40 años no había hecho un protagonista, aún estaba en edad; ahora lo tienes que conseguir todo antes de los 30”. La proliferación de series televisivas son un trampolín rápido hacia la fama. “La competencia por hacer cualquier pequeño papel es mortal. Un casting es tremendamente competitivo; eso es bueno, pero también puede ser terrible”, asegura Manu Díaz. El valor de la experiencia “Yo nunca he ido a un casting -dice Álvaro de Luna-. Ojalá los actores de mi generación hubiéramos tenido tantas posibilidades de formación como se tienen hoy. Nosotros aprendíamos a golpe de experiencia”. Para llegar a ser actor, muchos eligen estudios oficiales. Pero hay, además, una proliferación de escuelas que no siempre garantizan una formación sólida. Como muchas cosas en estos tiempos exprés, se pretende aprenderlo todo en dos meses. Hospital Central lleva 14 años en antena, y por su perfil, permite dar trabajo a muchos actores a los que, a menudo, se ofrecen papeles cortos pero intensos. Desde esta experiencia, Luis Gimeno es un observador de excepción, que apunta a ese fenómeno que son las series de perfil adolescente. “Hay series que buscan perfiles de actores cada vez más jóvenes. Te piden chicos de entre 14 y 16 años, que no tienen tiempo de formarse. Eligen, simplemente, a alguien que resulte natural ante la cámara. Si los chicos son listos, aprovechan la oportunidad y aprenden de todo, y sobre todo, de los actores veteranos. Si no lo son, se llenan de vicios. Hay gente que empezó en series como Al salir de clase, y veías el aparcamiento de los rodajes con chicos de 18 y 19 años con BMWs y Porsches descapotables. Eso hace un daño terrible. Se ven famosos y con dinero, pero sin la madurez suficiente para asimilar la fama”. De estas series, a la larga quedan pocos supervivientes. “Muchos se ponen a estudiar a posteriori, para volver a subirse al tren”, dice Gimeno. Luego está la tiranía de las modas en las series. Por ejemplo, la moda de colocar modelos sin ninguna formación dramática, sólo por motivos comerciales. Los actores se deprimen, con razón, cuando ven que estas personas consiguen un papel fijo en una serie, algo que cuesta muchísimo, como saben todos los que se mueven en este mundo. “Hay series que tienden a contratar jóvenes con un físico concreto”, apunta Manu Díaz. Y es cierto: los directores buscan con frecuencia un físico determinado. Pero como señala Álvaro de Luna, “lo que se necesiatn son actores, con todo lo que implica esta palabra. Siempre será mejor un buen actor aunque no dé el físico, que uno que dé el físico y no sea actor”. El mundo de los actores es, además, altamente sensible. “La paciencia es vital en esta profesión –afirma Álvaro de Luna–_. No siempre se trabaja de forma continua, hay temporadas en las que no hay trabajo. Hay que esperar para hacer los planos; en cine hay que esperar a ver el resultado. El que no tenga paciencia, que se lo piense”. También es un mundo de egos, como destaca Luis Gimeno. “Los directores tienen un ego tremendo, y luego están los actores, que no les van a la zaga. Muchos llegan a las pruebas en plan “descúbreme, mira que bueno soy”. Muchos actores son muy frágiles; los artistas en general lo son. Es difícil que vivan en un término medio. Si trabajan y les va bien, se comen el mundo”. Es una profesión difícil y a menudo injusta, sobre todo con las mujeres, como dice Gimeno, para las que empiezan a escasear los buenos papeles a partir de los 40 años. Pero como concluye Álvaro de Luna: “En este oficio no todos tienen la posibilidad de dar todo lo que tienen, y para muchos es muy duro. Pero cuando lo llevas dentro, no puedes ser sino actor”.
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